espliego y romero


Como si estuviera viendo viejas fotos sin color, en blanco y negro, soledad y silencio, así me siento si rememoro ese entonces.
Todo en gris, mi boca amarga está seca. Múltiples fuertes olas se agolpan a mi espalda que aguanta ya bien poco. Me voy a desvanecer.
Mi mente, vacía de ilusiones, se esfuerza en que entre luz a mis pensamientos, mensajes de ida y vuelta que suenan a arrastrar de sillas pesadas. Lo mejor será que sigamos en blanco, prefiero el blanco al gris, le digo a mi otra yo para calmar la impaciencia…
Cuando las olas te golpean la espalda lo difícil es mirar al cielo. Intentas protegerte de la fuerza salvaje que te espanta, agachando tu cabeza y abrazándote para que el dolor no te llegue muy adentro.
Ahora, al vaciar de mis bolsillos los últimos rastros de arena, recuerdo cómo el agua se calmó y llegó la noche. Levanto la mirada, me sorprende la luna seguida por un sol silbando una melodía deliciosa.
Mientras alzaba mi rostro y mis brazos consiguieron abrirse de par en par, el viento volvió a acariciarme.
Me había casi desprendido de mi cuerpo ajado por la desesperanza, recobrando uno antiguo que guardé en un inmenso armario con olor a espliego y a romero recién florecido.
Si cuando las olas me atropellaban alguien me hubiera contado el ahora… no le hubiera creído.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias. Pero aunque prefieras el blanco al gris, lo cierto es que aún no nos impregna el olor de espliego y romero y las olas nos siguen atropellando... Es muy duro, pero es lo que hay.
roseta