La cortina de tubitos sonoros
separa la tienda de lo que nadie ve, por donde me escabullo en cada escapada, ahora
en sueños. Llego hasta el final y le quito el pico a una barra de pan recién
traído, todavía caliente.
A la derecha, claroscuro;
pequeña ventana al fondo con puertas abatibles, flexo con bombilla totalmente
cubierta de polvo. Ahí no debo entrar. Algo
se puede caer, romper o mover. Pequeñas herramientas que no conozco, limas,
sierras, lijas de todos los colores. Los montoncitos de serrín se amontonan
como la pólvora; arriba, pequeño
cenicero de aluminio, doblado por la parte de la publicidad, cogido con un pequeño
clavo para impedir cualquier movimiento, repleto de celtas totalmente agotados.
Mi abuelo me promete que lo
próximo que haga va a ser para mí. Le han recogido un tosco de madera; desde
arriba su mirada me dice que ya sabe por
dónde empezar. Me pregunta ¿qué quieres?, y le contesto lo que tú quieras, yayo.
La primera va a ser para mí,
luego vinieron otras, pero la primera ha sido para mí. Escucho lo que hablan fuera, cosas del papa, déjalo que se entre y así se
entretiene un poco; la tienda repleta de gente, él se agobia y se entra, dicen
que es mejor que se entre, le sigo y me quedo en la puerta. Me roza la
barbilla como sólo él sabe hacer, sintiendo la finura de su mano que acariciará
una y otra vez lo que luego, tras cerrar fuertemente los ojos, me acompañará
donde quiera que las circunstancias me hagan anidar.
Y al tiempo que yo iba
creciendo un poco, la vi salir del escondite donde me aguardaba. Las manos
hacia abajo, como si estuviera acostada pero se mantiene de pié. La parte de
detrás se quedó un poco plana porque el
material ya no dio más de sí, le oía decir siempre mientras lucía su obra acabada
y me guiñaba un ojo para que supiera que no me debía preocupar, que la primera
iba a ser para mí, seguro.
Ahora sé, después de tantos años
de compañía, que ella nunca me dejará sola, por eso puedo asegurar que todas esas horas acumuladas nos han protegido a las dos, ella más oscura y dura, yo más fuerte. Como una hada
madrina, sí, una chispa que me ilumina cuando la observo, la toco y
siento que sigue lisa y suave como las manos que la crearon.
…
Estoy viendo el tiempo dedicado a limar
asperezas para obtener lo que quiero ser, esmerándome para no dejar astilla
alguna, sacando brillo a las vetas de mi vida y atenta a la forma curva con la
que espero la sorpresa en cada nuevo acontecimiento.
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