mis preguntas sin responder son como las tuyas


Cerré los ojos y no quise volverlo a ver. Ésta había sido la segunda vez que repetían, en cuestión de minutos, el mismo anuncio en la cadena de televisión que tenía sintonizada. Una compañía de telefonía móvil utilizaba en su pretensión de vender más, una fórmula hasta ahora desconocida para cambiar a los políticos: tirarlos escalera abajo. A mí me descompuso un poco esa manera de ironizar tan salvaje que aunque algunos se la hubieran ganado a pulso, no se merece nadie. Esa imagen que a mí me sorprendía, planteada con el ánimo de recoger cierto sentir hacia la clase política, no tiene nada que ver con un colectivo que en su gran mayoría está compuesto por gente normal y corriente, con sus preocupaciones y sus familias, con sus inquietudes y, por supuesto, manteniendo una alta dosis de entusiasmo que nos lleva a seguir creyendo que podemos contribuir a mejorar las cosas.

En esas estaba, dándole vueltas al dichoso anuncio en el inicio de mi nuevo viaje.

Cuando realizas un trayecto en tren de casi tres horas frente a dos personas que ya se encontraban sentadas cuando te colocaste en tu asiento, es bastante probable que surja cualquier conversación y no solo sobre temas meteorológicos. En aquella ocasión, yo totalmente predispuesta y tras pasar por Cuenca, el paisaje manchego nos acompañó hablando con bastante detenimiento de la coyuntura política y económica.

Tras tantearnos un rato, confortados al ver que uno de los diarios que leíamos era el mismo, me solté y reconozco que fue enriquecedor poder expresar lo que apretado como en un cerrado puño guardaba desde hace días. Al comentarles las primeras veces que me había acercado a la Puerta del Sol, para conocer de manera cercana cuáles eran las expectativas de quienes componen el movimiento del 15 M, percibí que había recuperado algo de mí misma. Lo que más me atrajo esos días fue introducirme en la gran carpa, para escuchar a hurtadillas a quienes con verdadera pasión se esforzaban por expresar lo que sentían ante lo que estaba ocurriendo; los más jóvenes hablaban con más vehemencia, mientras yo admiraba ese brillar de ojos expresivo y firme que me trasladaba a mis primeros años tan reivindicativos. Todavía me descubro esperando encontrar en algún cajón aquella camiseta en contra de la violencia, con un arma partida sujetada por dos firmes brazos; la defensa del NO a la OTAN que me llevó a colocarme a la cabeza de una manifestación, sujetando la “N” del “NO”; la lucha por las NUCLEARES, NO GRACIAS que nos indujo a querer evitar, sin éxito, el paso por el centro de nuestra ciudad de enormes piezas del montaje de la Central Nuclear de Cofrentes …

Qué importantes nos sentíamos en la acción, manifestándonos con contundencia y respeto a favor de lo que creíamos para mejorar el mundo, para conseguir la paz, para defender el bienestar de todos y todas,…

Por eso, a mis compañeros de viaje les manifestaba lo positivo de alzarse y de hablar aunque sea casi imposible solucionarlo todo solo con la voz, pero esperando esa solución caminando siempre hacia adelante, implicándose y formando parte de un esperado resultado final, avanzando según las posibilidades que tengamos cada uno para ello.

La política como alternativa para cambiar lo que nos rodea, de hacer posible lo que hasta hace un tiempo era imposible, también nos lleva a querer conseguir respuestas, porque como cualquiera tenemos muchas preguntas sin contestar. Intentamos encajar, entender, compartir los cambios que esta sociedad nos depara, recuperar todo lo que en el camino se quedó, pero… sin política ¿son posibles esos cambios?, ¿dónde comienza y acaba la política y los políticos?

Todos y todas probablemente somos parte del problema pero es seguro que podemos ser parte de la solución.

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