Mientras la cara de mi sol
brilla en la penumbra de la tarde, me lanza una pelota de cuestiones con
incierta solución, tan deprisa tan
deprisa que no me da descanso para seguirle el ritmo.
Que si cuando yo era como
ella sabía qué quería ser de mayor, que si sabía lo que quería… Mi contestación
de que no lo sabía, que sólo lo intuía, no le sirve. Que no sabía lo que quería
pero sí lo que no, tampoco le satisface. Su insistencia me hace pensar más y
más. Menos mal que con rapidez le ofrezco la nueva respuesta de que quería
algo que tuviera que ver con la gente, con el movimiento, valorando lo pequeño,
dando aire a quien necesitara respirar… le sorprende y se
queda quieta de repente. Creo que este
suspiro me ha dado cierta ventaja, ha cambiado el paso y… a otra cosa, mariposa.
Cuando los astros como ella
vibran, consiguen atravesar los
senderos de forma suave y sinuosa, soñando ser princesa, mamá y.. hasta
lectora, solo lectora, lectora como profesión, cómodamente acurrucada en un sofá orejero que
ella se imagina de grandes flores pintadas como los que tenemos en la
buhardilla, consiguiendo mantener el equilibrio en una altísima montaña formada
por libros que susurran y aletean esperando su turno.
Además, yo le añado que será
respiradora, libre bailarina, aventurera y viajera por doquier, fuerte y
valiente, sensible para reír pero también para llorar, para sentir plenamente. Y
si me pide más, le digo que también aireadora de sueños, de sueños de risas, de
abrazos y de besos.
Como un ligero grumete, ¡sube
deprisa al mástil más alto, divisa el horizonte de lo que tenga que venir, de
lo que esperes encontrar!
…
Mientras, el mar en calma, el
sol fuera, el cielo limpio, aspiro con
fuerza para tragarme todas las nubes de su cielo.
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