(colección de nubes, colección de cielos)





Es precisamente en esta tarde de otoño,
con apariencia de invierno,
cuando aquel primer verso leído de Kavafis
me asalta
mientras impasible miro sangrar
el fuego de azules, rojos y naranjas.

Entonces,
me acurruco un poco más
echando de menos mis amaneceres,
en los que vivo el momento, 
ese instante de cielo,
ni el de antes ni el de después,
ese instante que veo y no otro,
lo que veo, lo que soy,
como si lo que eres fuera lo que sientes.

A lo lejos, luces de coches se acercan,
se cruzan y
desaparecen.

Cada amanecer me digo que ese cielo 
lo quiero para mí,
sólo para mí y los míos,
que no me puedo quedar sin él.

Pero llego,
aparco,
me introduzco en la luz de nuevo y
cuando salgo,
ya no está.

Nubes rosas, fondo lila.
Interpretar el día según el color del cielo,
los cielos de Pablo,
los cielos de Bea,
los de tarde y paseos,
los cielos de tormenta.
Añoro ser valiente
para subir al globo de aquel cuadro.
Desde arriba miraría su sombra dorada
mientras mi cara se torna en la que tuve de niña.

1 comentario:

miguel dijo...

Lo mejor de todo es cada uno tiene su cielo, y no siempre los nubarrones se ven negros.
Ya he fichado tu blog :)