Tumbada debajo de la morera que me ilumina cada tarde, mientras espero otra vez que llegue el otoño, reintento sin éxito resolver la incógnita.
Necesitando descifrar si la levedad que cada día se nos escapa puede conseguir nivelar la balanza, ¿cómo saber por todo lo visto si el camino más corto es o no lo más aconsejable?
Todo fluye en el devenir del
tiempo y me cuesta resignarme a no poder retener lo que pierdo, no podré nunca
asirme a la indiferencia y no me conformo, ya lo sé, aunque lo intente de
manera constante.
Debería existir una fórmula
mágica para memorizar todo aquello que pasa a mi lado mientras, desprendida de gravedad,
floto en el infinito, pletórica de purpurina que empujando me impulsa hacia
adelante, y que no se detendrá hasta que yo decida apearme.
Hasta que la solución me
llega, intentaré soltar enganches para
que la ráfaga del viento del norte se cuele y consiga que, cogidos a una cometa
con forma de tiburón verde, salvemos los obstáculos que acontezcan.
Y el aire de las tres y media
me envolvió como siempre hace, llenando de espuma cada poro de mi cuerpo y arrojándome,
de nuevo, a la dimensión del sueño.
Entonces recuerdo un poema que trata
de la huida, del tiempo, del océano y de las olas, unos versos que acercan, que
te enganchan y que te recuerdan.
Y lo envolveré en papel de
celofán para que lo retengas en tu viaje, te lo diré así, para ver si me oyes
cuando desde lejos me eches de menos.
…
…
Vuelve, por favor, vuelve
aunque seas otro.
1 comentario:
Como siempre un revulsivo para los sentidos pasear por tu blog.
Cuidate mucho amiga.
Un besazo ;)
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