lo que se va y lo que se queda


Tumbada debajo de la morera que me ilumina cada tarde, mientras espero otra vez que llegue el otoño, reintento sin éxito resolver la incógnita.
Necesitando descifrar si la levedad que cada día se nos escapa puede conseguir nivelar la balanza,  ¿cómo saber por todo lo visto si el camino más corto es o no lo más aconsejable?

Todo fluye en el devenir del tiempo y me cuesta resignarme a no poder retener lo que pierdo, no podré nunca asirme a la indiferencia y no me conformo, ya lo sé, aunque lo intente de manera constante.

Debería existir una fórmula mágica para memorizar todo aquello que pasa a mi lado mientras, desprendida de gravedad, floto en el infinito, pletórica de purpurina que empujando me impulsa hacia adelante, y que no se detendrá hasta que yo decida apearme.

Hasta que la solución me llega, intentaré soltar enganches para que la ráfaga del viento del norte se cuele y consiga que, cogidos a una cometa con forma de tiburón verde, salvemos los obstáculos que acontezcan.

Y el aire de las tres y media me envolvió como siempre hace, llenando de espuma cada poro de mi cuerpo y arrojándome, de nuevo, a la dimensión del sueño.

Entonces recuerdo un poema que trata de la huida, del tiempo, del océano y de las olas, unos versos que acercan, que te enganchan y que te recuerdan.

Y lo envolveré en papel de celofán para que lo retengas en tu viaje, te lo diré así, para ver si me oyes cuando desde lejos me eches de menos.

Vuelve, por favor, vuelve aunque seas otro.

1 comentario:

Óscar Pardo de la Salud. dijo...

Como siempre un revulsivo para los sentidos pasear por tu blog.
Cuidate mucho amiga.
Un besazo ;)