bajo el prisma de mi color



“En política no importan los hechos reales ni lo que haya ocurrido. La única verdad es siempre lo último que pasa”
(Jaujard a Timoteo Pérez Rubio, Los Colores de la Guerra, J.C.Arce, 2002)

De vez en cuando, en la lectura de un libro, descubres algo escrito que te hace recapacitar y, sobre todo, te lleva a retomar pensamientos propios que en un momento determinado te hicieron reflexionar bastante.

Me ha vuelto a ocurrir. Y en esta ocasión no ha sido por un encuentro de amor, ni por un segundo que intente definir la levedad del ser.


Juan Carlos Arce, en su libro Los colores de la guerra, ha llenado tres tardes de esas que me gustan tanto y me ha animado a leer más de este autor, sencillo, directo y que te incita a introducirte en una historia que pudo o no ser real. Varias ideas han removido mis entrañas, unas entrañas marcadas por un color determinado y por unas convicciones que me han llevado en muchos momentos a llenar mi vida de compromiso.

El autor describe al individuo Eugenio D’ Ors, Jefe Nacional de Bellas Artes de un gobierno no reconocido, de un gobierno que a pesar de no existir se preparaba para implantarse en nuestro país casi hasta la eternidad. Al conocer más a este personaje tan particular que piensa de forma anticipada en la victoria de una guerra en la que tuvo que ver tanto el tiempo, y que cuando actúa y se mueve lo hace como si se tratara de gestas de Reconquista, de esas que podemos encontrar en los versos del Mío Cid… no he podido evitar pensar en muchos que en estos años siguen existiendo y utilizan la democracia, ahora a su beneficio, para seguir defendiendo incluso que Franco continúe teniendo la Medalla de Oro de mi ciudad.

Que la dictadura franquista fue el resultado de un levantamiento militar que quiso borrar de la historia la voluntad del Pueblo Español, es algo que tenemos que repetir hasta la saciedad y reivindicar, pues la Segunda República Española y, por tanto, nuestra Democracia, fueron desbancadas ilegítimamente por quienes quisieron interpretar durante cuarenta años que eran los defensores de la patria y únicos poseedores de la razón tanto humana, como divina.


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