me he puesto a la luna como salvapantallas

Cuando descubrí el que ahora es el nuevo salvapantallas de mi portátil sentí que era lo que necesitaba. Mi pantalla había cambiado muchas veces de aspecto para salvarme de esas atracciones extrañas que cuentan y así evitar que me abdujera todo eso de la “red”, que me tragara y absorbiera toda la energía de mi cuerpo… en fin, que me gusta Expediente X (pero los episodios de las primeras temporadas) y, como algo que se hace de forma insconsciente, salvando mi pantalla me quedaba más a gusto.

Y la descubrí. Fue un momento en el que confluyó esa revelación con mi atracción natural hacia ese astro, una fuerza que siempre me ha atrapado de verdad, tanto en las noches de verano como en las de invierno. En foto, en cuadro, en cerámica, en dibujo, en cualquier ocasión. Me resultaba curioso que cuando mi hija tenía menos de un año, me señalara con un dedo la luna y la llamara “mama”. Seguramente es algo de familia, por lo menos de la mía pequeña.

Indagando en esta sensación, he recordado lo que tanto me sorprendió hace algunos años de un vecino de mi misma calle, una persona a la que no llegué a conocer pues falleció a mitad del siglo pasado y que vivió en una casa que todavía se conserva, a menos de 100 metros de la mía.

De
Tomás Giner dicen que tenía verdadera afición por los astros, “hombre de clase media, farmacéutico de profesión, que vivió en una esfera taciturna y polifacética”, en el nº 8 de la calle Mayor. Tomás se hizo cargo de la farmacia heredada de su padre en los bajos de la casa, hasta su venta en 1948, y dedicó muchos años a estudiar astronomía, llegando a tener numerosos trabajos selenográficos.

Y aquí viene lo “impresionante”: de uno de estos trabajos surgió un descubrimiento que llevó a Wilkins (un astrónomo importantísimo de la época) a imponer el nombre de Giner a uno de los cráteres lunares. El cráter Giner se encuentra junto al gran “cráter Posidonio”.

Cuando miramos la Luna, uno de los aspectos que más nos llaman la atención
es comprobar su propio relieve, una especie de montañas que se llaman “cráteres” o “circos”, que son cordilleras circulares que rodean una porción de terreno cuyo piso es de nivel inferior al circundante externo.

Aunque siempre se ha dicho que la Luna ha sido desde tiempos inmemoriales el astro más estudiado por ser el más próximo a nuestro planeta, yo creo que hay algo más. Es cierto que quienes se han dedicado a estos menesteres, a la astronomía y a la selenografía, han conseguido acercarse a ella mucho más conforme los medios técnicos han mejorado.

Pero… ya me explicará alguien alguna vez por qué yo me siento cada vez más cerca de la Luna sin todo eso.



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