de vértigos y deseos

Si algo me producen los días de descanso es la posibilidad -que sin duda aprovecho- de dejarme llevar por los entresijos de mi cabeza.

Ver el mar, dejar el libro, te mojas, te secas, te soleas, vuelves a ver el mar. Toda esa agua en calma y en movimiento a la vez, respirando todo el aire que mis pulmones puedan albergar, al tiempo que noto un gran peso en los ojos de tanto cerrarlos y abrirlos, siendo consciente de cada pequeño movimiento que hago, porque tanta agua me lleva sin darme cuenta a mi interior, sin sentir que dejé la mirada perdida hace más de media hora y no le hago ni caso.

No sé si estoy despierta o dormida… ya ves, todo eso que nos sirve para agrandar el corazón, la mente y los sueños está delante de mí, intentando que le muestre atención y que me sirva de inconsciente sostén para los meses que vendrán -algunos con tonos algo grises- y con la dinámica habitual.

Ahora estoy pensando que me gusta tanto o más que estar de vacaciones el conseguir saborear el retorno poco a poco, con la meta conseguida: tener mi cuadrícula mental totalmente organizada (a pesar de que esta cuadrícula pueda fastidiar más a quiénes tengo cerca que a mí, es necesario tenerla a punto porque si no es peor)

Pues así estaba yo, notando cómo la brisa me hacía cosquillas y caía la tarde en la arena y… mi siempre en funcionamiento engranaje sesudo se puso a funcionar él solito. Al ver a aquellas jóvenes de veinte años si llega… con esa desprendida complicidad sin responsabilidades ni temores, sin conciencia del tiempo, en fin, que me entró nostalgia.

Sin duda no era una nostalgia cualquiera, ni tan siquiera una nostalgia conocida. Era una nostalgia –creo- de madurez. “Si tengo cuarenta y cuatro, ya no tengo ni veintialgo ni treinta y algo, y cuarenta, lo que se dice cuarenta, tampoco tengo porque los cuarenta avanzan, me espanta pero… ¡¡casi cincuenta!!”

Me asusté un poco y seguí divagando, introduciendo el mundo de los deseos en mis elucubraciones. “Si pudiera hoy, en estos momentos, pedir un deseo, pero un deseo que se fuera a cumplir podría pedir -no sé a quien o a qué aunque esto creo que tampoco haría falta saberlo- podría pedir… lo que pudiera evitar este instante que me hace tener este nuevo vértigo que me tocará añadir a mi colección”.

Si hubiera podido pedir tener veinte años menos y que se cumpliera, si fuera posible a lo mejor o a lo peor no me serviría. ¿Qué pasaría conmigo?, ¿qué pasaría con quién soy?
. . . . . .
A veces desear lo que no se tiene puede hasta llegar a ser divertido, pero si lo que deseas es algo que ya has vivido, de poco sirve, por lo menos eso es lo que creo yo.

Sin duda lo que en realidad me hizo abandonar esa petición con pocas expectativas de éxito fue que cuando saqué cuentas, si yo hubiera tenido veinticuatro, quien más quiero no tendría más que diecisiete. Se lo conté y me sonrió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me ha gustado el mar que miras y como lo respiras.leyendo tu escrito yo tambien puedo olerlo.besitos