una biblioteca no es cualquier cosa

Si la visita iba a ser corta, la impronta me duraría bastante.
Desde hacía días no veía más que alfombras, puertas grandes, techos altos y luz tenue.
Antes de acudir a la cita prevista, nos colamos allí. La puerta era igual a las demás, sin embargo su contenido me dejó boquiabierta tanto por lo inesperado como por lo extraordinario. Vitrinas cerradas y abiertas, maderas brillantes y casi negras, libros y más libros antiguos y oscuros como el tiempo. Su olor, penetrante, recordaba a aquellos ya lejanos momentos en los que se fumó en la estancia.
Esas estanterías infinitas que llegaban hasta el techo, solo estaban al alcance de quien con valentía se subía a esa metálica escalera al cielo, forjada por miles de imágenes proyectadas desde dentro y fuera de los tomos. De hecho, rodeada de tanta sabiduría, de tanto conocimiento acumulado, en definitiva, de humanidad, me sentí como en casa…

Y mi cabeza se volvió a conectar ella sola como siempre, paseando de nuevo por los astros, por el cosmos, por el cielo… Ante todo eso, qué pequeña soy, qué granito de arena me siento.
Abordada por lo que constituía ese entorno, reconduje de nuevo el título de aquella novela de Kundera que me machaca a veces de la insoportable levedad del ser, sintiendo mi propia existencia, diciéndome que somos un suspiro y que, por encima de todo, cuánto más sé, más cuenta me doy de todo lo que me queda por saber. Porque ésa es mi pauta vital, con lo que consigo evitar convertir mi ignorancia en atrevimiento, forma de actuar que, por cierto, detesto.
Es cierto que somos pequeñas gotas de agua en un inmenso océano y que sentirse tan minúscula conlleva la ventaja de no responsabilizarse del todo de lo que pasa por el mundo, pero… algo o alguien debería de hacerse responsable.
La suerte de quienes protegidos por una fe, se desprenden todavía más de responsabilidad, pues saben quién la tiene, es envidiable.
Aunque a quienes nos enfrentamos a esto de vivir sin corazas, también nos queda la suerte de valorar, de otra manera, aquella biblioteca que no era cualquier cosa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades me parece interesante y más con la experiencia que tienes y vas adquiriendo en tu cargo. Nunca olvides a quien os mantiene en el cargo y quien verdaderamente necesita vuestra ayuda... el pueblo no Villena que tambien sino sus gentes y las gentes de este planeta. un beso paisana
Fermin del Sahara y de trazovillena.com

Anónimo dijo...

Sentí que estaba a tu lado y lo que pensaba tu lo escribías. Si alguna vez visito esa biblioteca, me acordaré de todos esos detalles. incluso del antíguo olor a tabaco. Tu que tienes la suerte de leer un poco y dices que no sabes nada. fijaté los que no tenemos esa sana costumbre de ver con la mente lo que el corazon de un escritor ha puesto sobre una hoja...
Tal vezlo que a mi me proteje es esa coraza que tu no hallas. busca esa coraza. Buscala en tu interior. Todo está conectado y por esa razón existe un electricista.
Un beso desde Salinas.